Widmund School
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Mensaje por Invitado Miér Jul 14, 2010 5:22 am

Volaba alegre, surcando el cielo, desplegando sus blancas alas mientras planeaba con el único objetivo de surcar el firmamento con ese afán de libertad. El ambiente frío y gélido de la mañana entumecía sus músculos pero ella seguía batiendo las alas, alto, más alto…
Como una hoja de pergamino a la deriva, como el aroma a tinta recién impresa, como un estío sin calor o un verano sin frío, no obedecía más leyes que las suyas.
Las altas ventanas se alzaban en el inmenso espacio, talladas con mimo en aquella piedra grisácea que tanto había observado acontecer en sus entrañas. El Lago, con sus lúgubres aguas, parecía despertar de su letargo a la vez que la vegetación a su alrededor, la cuál aún se encontraba en pleno esplendor.
Se dejó caer en picado a la vez que, sin premura, miraba hacia adelante, ojo avizor, observándolo todo con aquella mirada ambarina. Uno, dos, tres, de nuevo hacia el cielo, libre hasta el horizonte.

El día amanecía para una joven música. La luz se filtraba a través de la pequeña ventana de su habitación, la cuál compartía con dos o tres de sus compañeras. Ella descansaba entre sábanas de un pulcro blanco y mantas de pigmento magenta, las que cubrían su camisón blanco, el cuál le había regalado su madre aquel verano. Parecía dormir plácidamente, encogida entre la múltiple ropa de alcoba, con sus cabellos casi dorados desperdigados por el lecho y sus intensos orbes pigmento garzo aún velados por el sueño. ¿Qué soñaba? Tan sólo Morfeo lo sabe.
El bufido de un ave en la ventana hizo que sus sentidos se agudizasen y como por arte de magia, sus orbes opalinos se fueron abriendo con cierto trabajo, ya que la claridad la deslumbraba en su totalidad. Nada más abrirlos tuvo que volver a entrecerrarlos y una vez estuvo acostumbrada, pudo mostrarlos al mundo un instante más, un minuto más; un día más.

Se revolvió entre las mantas al ser consciente de que una vez más su día volvía a empezar, dejando de notar poco a poco el tibio calor que le proporcionaban estas. Ningún ruido en la habitación; sus compañeras aún estarían durmiendo.
Se acurrucó un poco más y fijó su clara mirada en la luminosidad de la pequeña ventana, de donde había provenido el bufido que la había desvelado, aún era muy temprano a juzgar por la posición que tenía el Sol. Suspiró en silencio a la vez que se mordía con levedad el labio inferior, bajando un poco la mirada sin saber qué hacer o cómo sentirse, aún somnolienta y con cierta desorientación.

Se incorporó, las plantas de sus níveos pies contra el poco acogedor suelo de madera, que crujió casi al instante. Restregó su ojo derecho esperando no haber despertado a sus otras compañeras, las cuales parecían estar más que perdidas en los brazos de Morfeo. Se lo tomaba con calma; se quedó un momento sentada al borde de la cama mientras intentaba encontrar algo en lo que pensar. Era Sábado por la mañana, así que no tenían que asistir a clase y ya había dejado finados los deberes la tarde pasada; en definitiva, no tenía absolutamente nada que hacer.

Los exámenes. Pero ello era una preocupación que en aquel momento no tenía lo que se decía demasiada importancia. Apoyó sus manos en el añejo colchón y se levantó tambaleándose un poco, ya que al cambiar de postura con cierta brusquedad, era normal marearse.

Procurando no hacer ningún ruido, fue hacia el baño a pies juntillas, sin ninguna prisa ya que tampoco es que tuviera que hacer algo aquella mañana. Los azulejos de color pulcro le hicieron recordar las largas tardes intentando que su Patronus funcionase y lo había logrado a principios del año pasado, con perseverancia. Una bonita jineta.
Se dirigió directamente hacia el lavabo y dejó correr el agua fría, para poder despejarse del sopor que la cernía en una especie de trance somnoliento. Al contacto de esta, su piel se erizó y le recordó por un momento a sus hermanos, pero a diferencia del líquido cristalino, era más bien una sensación cálida, que la hacía sentir una especie de revoloteo en el estómago y una extraña sensación de felicidad que ni ella misma sabía de dónde provenía.

Después de asearse un poco, volvió a la habitación para abrir su armario y buscar algo de ropa por la que optar, pues el uniforme en fin de semana no era precisamente una opción. Así que optó por unos pantalones marrones y una chaqueta de color azul y blanco en los bordados, también con una camisa blanca debajo. De calzado,unos playeros de color grisáceo y el cabello suelto y bien peinado, como casi todos los días.

Volvió a suspirar, cerrando el armario y tomando sus frascos de muestras, al igual que su cartera con unos cuantos pergaminos, tinta y pluma; ya sabía lo que iba a hacer, iba a clasificar especies vegetales del Lago. A aquellas horas no habría nadie y se podría hacer todo mucho mejor, luego iría a desayunar y se pasaría el día intentando encontrar algo que hacer. No era un plan muy prometedor pero al menos era un plan.
Cogió la cartera y lo puso todo dentro, sin olvidarse del libro de Biología, y desapareció de la habitación de nuevo intentando no hacer mucho ruido ya que no quería despertar a sus compañeras.

Cruzó todas las habitaciones con mucho sigilo hasta llegar a las escaleras que la llevarían a la sala de estar donde quizás podría conversar más tarde con algún muchacho o muchacha. De pronto, las escaleras se volvieron resbaladizas y sin poder remediarlo, acabó cayendo hacia abajo con los desafortunados que habían originado tal cosa. Dos chicos.

Después de observar cómo los muchachos volvían a sus respectivos cuartos, cruzó la desierta sala de estar vestida de color mostaza y le echó un rápido vistazo al tablón de anuncios, el cuál anunciaba algo sobre la desaparición de unos calcetines de rombos. Se preguntaba si serían de Justin o algo parecido.
Salió de la sala en silencio y sin ninguna prisa, ondeando su larga y ondulada melena que desprendía un suave aroma a regaliz, al igual que su ropa.


Dio la vuelta a una esquina donde un retrato le guiñó un ojo -metafóricamente- y al fondo pudo ver la gran puerta de entrada, a la que se dirigía con todos sus bártulos. Con un poco de suerte, no se encontraría al Director.
El olor a pastel de chocolate se le quedó grabado en el cerebro al pasar cerca del comedor, ya sabía lo que iba a desayunar.

Con cierto trabajo, abrió la puerta principal que la llevaría a los jardines, desde los cuales, cogería un atajo para llegar al famoso Lago. Al recordarlo, no pudo evitar bajar la mirada mientras caminaba ya que en ese torneo, se había perdido una vida de alguien que siempre había sido maravilloso para ella, un verdadero ejemplo a seguir. Un amigo de corazón.

Tomó el sendero por el cuál se llegaba a los Jardines, aunque aquella mañana no era precisamente su destino; se preguntaba si la Profesora Montoya ya estaría organizando las clases del Lunes.
Volvió a suspirar por segunda vez en la mañana, a la vez que era consciente de que estaba llegando al atajo y se desviaba, optando por un camino más frondoso y verde que el otro, además de más corto.

La brisa matutina mecía su cabello a la vez que la cartera comenzaba a pesarle, a veces no le impartía mucha confianza el estar sola mientras caminaba fuera del colegio, le daba la impresión de que le podría pasar algo en cualquier momento y eso no era precisamente…alentador que digamos.

Tardó cero coma en avistar el profundo y lúgubre Lago sobre el cuál revoloteaban algunas aves como lechuzas.

Pronto sintió la gravilla bajo sus pies y supo que había llegado. Tan sólo se oía el graznar e algunos cuervos y el silbido del viento al traspasar las ramas de los árboles con gracia. Se detuvo un instante a contemplar la magnificencia del panorama y poder observar que quizás estar a solas de vez en cuando no era tan malo, podía pensar y recapacitar sobre cosas que le acontecieran. Debería de hacer estas cosas más a menudo, ciertamente.

Buscó con la mirada algún lugar donde sentarse y al principio no lo halló, mas, buscando e indagando con más detenimiento, aquellos orbes opalinos descubrieron un tronco caído en el que podría sentarse sin ningún problema. Notando ya que su hombro izquierdo comenzaba a resentirse del peso que la cartera infundía sobre él, retomó su paso para retomar la tarea teórica que se había auto-impuesto nada más despertarse. Eran aún las siete, según el reloj de la sala, por lo que aún tenía al menos dos horas para llegar como toda alma del colegio, al desayuno. Los fines de semana, siempre se desayunaba bastante más tarde.

Así que cuando llegó al tronco, se descolgó la cartera y la posó con cuidado en el suelo, poniéndose de cuclillas junto a ella y abriéndola, para poder sacar todos los frascos, libros y enseres. Estaba bastante bien equipada para el Herbolario que pensaba hacer; incluso quizás la profesora le subiese la nota antes este hecho, Sonrió leve, con aquellas sonrisa tan particular que poseía y se dispuso a sentarse en el tronco, ojeando abiertamente las páginas del libro que había comprado apenas semanas atrás. Escuchó el chapotear de algo en el Lago pero lo atribuyó a cualquier criatura inofensiva, por lo que siguió devorando el libro con cierto interés.

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Mensaje por Invitado Miér Jul 14, 2010 5:33 am

Aunque era fin de semana,aquella mañana me volvió a despertar el despertador,ese ruido que casi todo el mundo odiaba,me desperte con bastante sueño,todos mis compañeros seguian dormiendo,como si no se hubieran dado cuenta que el despertador ya habia sonado,no me gustaba despertar a la gente,por lo que me dirigi al baño sigilosamente.

Como siempre,lo primero que hize fue lavarme la cara en el lavabo,me quitaba las legañas de mis ojos, y después mojaba una toalla con toalla y la extendia por todo mi rostro,para despejarme. Me dirigi luego,a una de las cabinas que habia de duchas,y me duchaba rapidamente,ya que siempre me solia duchar tres veces al dia,ya que lo que hacer deporte,siempre dejaba olor a sudor,y eso a mi no me gustaba era bastante higienico.

Una vez que me duche,de nuevo volvi a mi habitación,entoces algunos de mis compañeros ya se habian despertado,se dirigian al baño medio dormidos,mientras nos saludabamos con la mano. Luego,se dirigia a su armario,y como todos los fin de semana,se ponia unos vaqueros con alguna camiseta moderna,se puso las deportivas que le habia regalado su hermana por su cumpleaños,y luego sali de mi habitación.

En mientras que salia,saludaba a varios profesores,que me decian que llegaran puntual para ir a desayunar,ya que me faltaba una hora para que pusieran el desayuno,mi comida favorita. Salia por la puerta,y daba varias paseos por alrededores de la escuela,hasta que decidi ir al lado,me dirigi por le sendero para llegar al aldo.

Una vez que llege al lado,como siempre,me tiraba en su césped,y cerraba un momento mis ojos,y dejaba a mi imaginación,que pensara lo que ella quisiera.

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